domingo, 21 de diciembre de 2014

Con el tiempo me di cuenta de que sólo escribo cuando estoy hasta el cogote de palabras. Que sólo dejo que fluya cuando no dan más de encierro y se rebelan contra mí, pataleando hasta la superficie. Quizás sea porque sólo así salen todas, desde las entrañas, desde lo más bajo y más húmedo de mí. No tiene que ser algo necesariamente malo.

Porque cuando escribo así, porque sí, es como pretender regar un jardín con un cuentagotas. Son pavadas y casi nunca son sinceras. Lo que escribo de verdad viene desde el vientre y me deja con una sensación de tranquilidad y vacío que se va llenando de a poquito hasta la siguiente gran explosión. Es casi un placer masoquista.

Todo se soporta en la vida, con excepción de muchos días de continua felicidad.